Anoche, antes de dormir, repasé lo que hice durante el día: algunas tareas domésticas, hablé con una vecina, revisé el correo electrónico, un trámite, fui a la farmacia, llamé a una amiga y conversé por teléfono con mi hermana, entre otras. Y, en este simple ejercicio nocturno, descubrí dos cosas: primero, que había hecho NADA para mí o por mí. Segundo, que estos días no eran muy diferentes, unos de otros. Recordé también, que diez años atrás pude morir y que cada doce meses, sin excepción, al hacer mi control anual siempre está latente la posibilidad de una recaída.
Creo que subestimamos el valor y la fuerza del
presente. Olvidamos que oímos, olemos, vemos, tocamos y saboreamos. Que
sentimos calor y frío. Que respiramos, sin pausa.
Cuando comencé el camino para curarme del Ca. de mamas, que muchas de Uds. vivieron o lamentablemente, están viviendo
actualmente, me di cuenta de algo muy bueno: como no sabía qué pasaría conmigo,
vivía un día a la vez, porque no tenía que preocuparme por el futuro. Y eso, me
daba cierta paz. Ya no pensaba en si encontraría un buen trabajo, si volvería a
estudiar, abriría una cuenta de ahorro o planificaría un viaje.
Sólo me concentraba en resistir, ser optimista y
hacer lo que me gustaba: caminar, leer un libro, bordar, comer algo rico o
darme duchas largas y tibias, por ejemplo. Cosas simples.
A pesar de los duros momentos que estaba
viviendo, buscaba esos breves momentos de felicidad.
Desde ahora, las invito a hacer una pausa y
pensar en las cosas que las hacen felices HOY.
Afectuosamente, Carlota.
No hay comentarios:
Publicar un comentario